En los festejos de las Pascuas en los hogares argentinos hay un momento muy especial: la tradición de comer huevos de chocolate, algo que, sin dudas, los niños disfrutan más que nadie en la familia. El consumo del clásico dulce para esta fecha especial aumentó en los últimos años y hasta es posible conseguir versiones de huevo ovalado familiar, formas de conejo, mini huevos o bombones pequeños, rellenos, con dulces, confites o sorpresas para armar, e incluso hasta preparaciones saladas.
Las variantes son cada vez más numerosas, pero cuál es el origen de la tradición de los huevos de Pascua y cómo se vincula con la celebración religiosa de la resurrección de Jesús. El consumo de chocolate, tan característicos en el último día de la Semana Santa, tiene varias explicaciones posibles.
Diferentes teorías sobre la relación entre los huevos y la Pascua
Según documentos históricos, la primera referencia escrita a la entrega de huevos de Pascua aparece en alemán y data del año 1407. Se cree que esta costumbre llegó a Alemania de los pueblos eslavos de Europa del Este, aunque no hay evidencia concreta sobre esta cuestión.
Otro origen que se atribuye a la costumbre de los huevos decorados y de chocolate es la tradición cristiana de abstenerse de comer huevos durante la Cuaresma, el período de 40 días antes de la Pascua. Como las gallinas seguían poniendo huevos durante ese período y se suponía que no iban a ser comidos, algunas personas los decoraban para diferenciarlos y no consumirlos.
También se baraja otra explicación posible en la que los huevos simbolizan la vida eterna y la fertilidad. Ese concepto iría a tono con el paso a la vida eterna dado por Jesús en la Pascua.
Pese a estas teorías, lo cierto es que el actual protagonismo de los huevos de chocolate en la Argentina no es tan antiguo como podría pensarse. La preparación y, sobre todo, el consumo están ligados más a las estrategias de marketing y a la satisfacción de comer algo rico que a un escenario litúrgico. En la actualidad, los huevos de Pascua se vinculan a la diversión y el disfrute, aunque también coincide con el sentimiento de júbilo propio de la celebración religiosa.
Fuente: La Nación.