Esta frase la dijo y la inmortalizó el expresidente Carlos Menem, en su campaña presidencial de 1989.
A 31 años de una de las frases de campaña más recordadas de la Argentina, hay que reconocer que por lo menos una de las partes de la frase se cumplió a rajatabla, ya que la mayoría de los argentinos decidió seguirlo a Menem durante 10 años seguidos.